El tablero global
Carlos Enrique Bayo
En la época de la mentira, el sistema político se desmorona víctima de sus propios fraudes.
Aún no ha comenzado ninguna de las cinco campañas electorales que padeceremos este año y numerosos políticos han batido ya varias veces sus propios récords de imposturas, engaños, invenciones, calumnias… mentiras puras y duras, vaya, con las que siguen creyendo que ganarán votos de ciudadanos crédulos. Parecen ignorar que la misma tecnología que hoy les permite multiplicar ese bombardeo de embustes, como el que tantas veces usaron para embaucar a los votantes, es la que ahora capacita hasta al más humilde de los electores para descubrir enseguida la falsedad de esos tahúres.
Hasta ahora, el “y tú, más” tradicional en la política hispana había bastado para distraer la atención de la opinión pública de la podredumbre enquistada en el seno del mismo partido que acusa a los demás de lo que en él anida. Un tradicional alarde en España del tercer principio de la propaganda de Goebbels (el de la transposición): “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos”.
Algo tan español como “la paja en el ojo ajeno” y tan típico de la zafiedad discursiva de nuestros políticos como lo es el también consagrado por el refranero: “Dígalo, Muñoz, que miente más que dos”.
Así que los grandes (y pequeños) partidos de siempre se han dado una vez más al frenesí del sexto principio de Goebbels (el de la orquestación): “Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”. Pero el manual maquiavélico del ministro nazi no contaba con las redes sociales, y ese nuevo universo internáutico está cambiando el mundo de la falsificación política en la que se han asentado hasta ahora las victorias de nuestros gobernantes en las urnas.
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