La alta alcurnia colombiana ha usado este país como el patio de atrás, como un retrete Por: Maria Clara Gracia | septiembre 09, 2015 “Cuando la dirigencia es corrupta, el pueblo es corrupto”. Confucio La frase que titula esta columna solo produce asco y escalofrío. Dicen que la pronunció hace cuatro años, por esta época, el exsenador preso por parapolítica Juan Carlos Martínez, de quien se creía entonces que —desde la cárcel— tenía la capacidad de orquestar el triunfo en medio país, cinco gobernaciones y 106 alcaldías. El carcelazo, contrario a lo que debería ser, le aumentó los votos y el poder. Nada tiene más aburrida a esta nación que la corrupción tan descarada que cada vez toma más fuerza, que sigue beneficiando a unos pocos, que perjudica a casi todo el país y sobre todo a los más necesitados. No hay de dónde escoger ni para dónde mirar, porque ni siquiera a la justicia se le observa como transparente. En Manizales, lejos del mundanal ruido, vive el médico, filósofo y escritor