No hay mejor
término para referirse a la interminable pesadilla chavista que oprimió a
Venezuela los últimos 18 años y pisoteó impunemente la dignidad de todo un
pueblo.
Una dictadura
que puede terminar hoy o no se sabe cuándo.
Eso solo pueden saberlo los militares, que son los que siempre imponen,
ejercen, sostienen y quitan todas las dictaduras, según sus intereses y
conveniencia.
Han sido 18
años de terror y perversión sin límites. De cinismo y desvergüenza increíbles.
Los chavistas
engañaron o sobornaron a más de medio mundo, se limpiaron el trasero con la
constitución y las leyes y se burlaron de todo principio ético, moral,
espiritual y humano. Y además de robarse todo el dinero, destruyeron el país y
ultrajaron la historia y la nacionalidad.
Ha sido una
noche muy larga y muy negra. Una noche trágica, miserable y terriblemente
oprobiosa, impuesta por un régimen de una indecencia, inmoralidad y desfachatez
gigantescas.
Al
diccionario de la historia le faltan palabras para calificar esta tragedia,
este desastre, esta inmoralidad indescriptibles.
Venezuela
tiene que reinventarse para desintoxicarse de tanto veneno y sacar de su ADN
tan descomunal desvergüenza, indignidad y deshonor.
Pedro J.
Avila
19 de abril
de 2017
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