Del "no nos rendiremos jamás" a "su mejor hora". El político británico dejó unos cuantos discursos históricos y un puñado de anécdotas memorables.
LIBERTAD DIGITAL / D. SORIANO
Según el público de 100 Greatest Britons, el exitoso programa documental que la BBC emitió a comienzos de este siglo, Winston S. Churchill (WSC)fue el más grande de los británicos que vivieron en el segundo milenio de nuestra era.
Este tipo de listas que incluyen votación popular siempre hay que tomarlas con cuidado (en este caso, sin ir más lejos, Diana de Gales aparece la tercera, por encima de Darwin o Shakespeare), pero no deja de ser significativo que en un país que ha dado tantos y tan célebres políticos, reyes, científicos, escritores y personajes públicos de todo tipo, el elegido sea un señor gordo, que no llegó a primer ministro hasta pasados los 60 años, con fama de ser más bien antipático y que perdió las elecciones a las que se presentó justo después de conseguir su mayor éxito. Cosas de los ingleses, pensarán algunos.
Lo cierto es que Churchill fue el mejor de los líderes en, como el mismo dijo, "la mejor hora" del Imperio Británico. De hecho, asumió un coste que sabía que podía suponer la desintegración de éste y el paso a una segunda fila, relegado tras la pujanza de las potencias emergentes, especialmente EEUU. Pero, enfrentado a la amenaza de la tiranía Nazi, no dudó. Sus discursos mantuvieron el ánimo de los británicos en los oscuros momentos de 1940 y 1941, cuando todo parecía perdido.
Churchill ha sido, sin duda, uno de los grandes oradores de la historia. Fue un maestro en los mítines y en los enfrentamientos parlamentarios. Pero también tenía una mente despierta y rápida, dispuesta a destrozar con una réplica contundente al adversario atrevido o de ridiculizar al interlocutor despistado,
A continuación recogemos sus 40 mejores frases (y unas cuantas anécdotas). Algunas son muy conocidas, forman parte de los discursos que realizó durante la guerra y han quedado para la historia. Otros son comentarios más o menos graciosos (y políticamente muy incorrectos), que ayudan a entender a un personaje único, que parecía nacido exactamente para la misión histórica que le tocó vivir. Pero todas son, a su manera, geniales.
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