La increíble historia de una chica llamada Jack
Melissa Monroe tenía un empleo decente pero, repentinamente, lo perdió. Vivió casi un año con sólo 12 dólares para alimentarse ella y su niño. Contó su experiencia en un blog. El post "El hambre duele" la lanzó a la fama. Ahora tiene una columna semanal en The Guardian, que enseña a preparar recetas de menos de un dólar por persona.
Londres.- Primero, apagó la calefacción de su apartamento y colocó muebles tapando los radiadores para tratar de olvidar que existían. Quitó la mayor parte de los bombillos, cerró el agua caliente y vendió el teléfono celular, el reloj pulsera, la televisión y hasta las cortinas para alimentarse ella y su hijo de dos años.
Luego, escribió lo que sentía en un blog, en un texto titulado El hambre duele que pronto se propagó por todas partes. "La pobreza es esa sensación de hundimiento cuando tu niñito se termina lo que resta del cereal y te dice 'Pan con mermelada, por favor, mami' mientras tú te preguntas qué llevas primero a la casa de empeño, la televisión o la guitarra, y piensas en cómo le dirás que no hay ni pan ni mermelada".
Una madre soltera de 25 años, quien se cambió el nombre de Melissa a Jack Monroe porque, "simplemente no soy una Melissa", es una embajadora insólita de las crecientes filas de pobres en Gran Bretaña pero ahora tiene un contrato de 40 mil dólares para un libro, según reseña AP.
Su repentino deslizamiento a la pobreza hace dos años y su valeroso diario en línea, La chica llamada Jack, en el que hace la crónica de la realidad de la vida de los muy pobres, la han convertido en una celebridad en Gran Bretaña. Ahora la buscan políticos, beneficencias y hasta cadenas de supermercados, y es frecuente que la gente le pida un autógrafo.
Monroe tiene más de 31 mil seguidores en Twitter y ahora escribe una columna semanal sobre comida con recetas que cuestan menos de una libra (1,64 dólares) por persona, en el periódico The Guardian. Su libro de cocina austera saldrá a la venta en febrero. Más de una vez le han dicho que no parece pobre.
"Mis padres todavía están juntos, siempre han trabajado, yo siempre he trabajado, tuve un empleo con sueldo decente", dijo Monroe una mañana reciente en la cocina de su departamento nuevo, el cual tiene dos habitaciones. "Pero en un lapso de seis meses, ya tenía hambre cuando me iba a la cama". Durante la mayor parte de 2012, cuenta, contó con sólo 12 dólares a la semana para comida.
Ella no tiene una historia típica de un hogar destrozado, malas escuelas, drogas o prejuicios raciales, nada de esas cosas que llevan a la indigencia. Uno de sus vecinos lo expresó muy bien: "Ella podría ser la hija de cualquier persona".
Su historia la ha convertido en peón popular en el debate sobre el futuro del Estado de bienestar, al que el gobierno del primer ministro David Cameron ha estado tratando de reducir. The Guardian llamó a Monroe "el rostro de la pobreza moderna", la prueba de que en la Gran Bretaña posterior a la crisis financiera no se puede confiar en el mercado laboral, muy lento, ni en el sistema de prestaciones, que se está reduciendo, para mantener un nivel de vida básico.
El Partido Laborista de oposición se apresuró para reclutarla para una campaña en contra de los altos precios de la energía. La beneficencia Oxfam la acaba de llevar a uno de sus proyectos en Tanzania, y la cadena de supermercados Sainsbury's, inclinada desde hace tiempo a presentar a chefs famosos que tienen gustos caros, la escogió para un segmento en televisión sobre cómo cocinar con las sobras de Navidad. Sin embargo, otros, la desestiman considerándola falsa o "la favorita pobre de The Guardian".
Monroe insiste en que no es "el rostro pagado de nadie". Le gustó la campaña de las sobras que hizo Sainsbury's y es allí donde siempre ha comprado y tasado los precios de sus recetas, contó. Señala que está dándole la mayor parte de sus honorarios a Oxfam, a los bancos de alimentos y a un refugio local.
A pesar de su fama aún vive modestamente, apegada a un presupuesto mensual de alrededor de 2 mil dólares y trata de ahorrar una cantidad similar. Desde mayo, la BBC le ha pagado 16.500 dólares de adelanto por su libro y, por su columna en el periódico y textos independientes, recibe cerca de 325 dólares a la semana.
De niña, nunca pensó que sería pobre. Su padre era bombero y, al paso de los años, sus padres, que todavía poseen una casita en un pueblo vecino, fueron familia de acogida temporal de cerca de 80 niños en adopción, a los que criaron junto a su hermano y a ella. Aprobó el examen de ingreso a una selectiva secundaria pública, pero le costó trabajo y desertó cuando tenía 16 años; trabajó en tiendas y restaurantes hasta que consiguió empleo en una sala de emergencias donde llegó a ganar 44 mil dólares anuales, poco más del ingreso promedio en Gran Bretaña.
Sin embargo, en noviembre de 2011, de pronto se encontró sin empleo. Al retornar de la licencia por maternidad, solicitó que la quitaran del turno nocturno porque no lograba encontrar niñera. Cuando le negaron el cambio, no tuvo más opción que renunciar.
En los meses siguientes, Monroe cayó en una espiral creciente de deudas y pánico. Se amontonaban las cuentas. Al carecer de dinero para un depósito, no podía mudarse a un departamento más barato.
Era frecuente que quedara poca comida para ella. Un día escribió en su blog: "Anoche, cuando abrí el refrigerador, encontré un poco de pasta de tomate, una cebolla y un trozo de jengibre. Le di la pasta a mi niño y me fui a la cama con hambre, bebiendo un té de jengibre hecho en casa para aliviar el dolor de estómago".
Su hijo siempre le preguntaba: "¿Por qué no comes, mami?. Ella respondía "No tengo hambre", mientras rezaba porque el pequeño dejara la costra del pan.
No le dijo a nadie durante ocho meses. Tenía vergüenza y cierta esperanza de que le respondieran una de las 300 solicitudes de empleo que había enviado. Sobre todo, tenía el temor de que servicios infantiles le quitaran al niño. "El era la razón por la que todavía me levantaba por las mañanas. Un abrazo en el sofá es gratis, leer un cuento es gratis. No quería perderlo", explicó.
Cuando ya no podía pagar un corte de cabello, le decía a sus amistades que lo estaba dejando crecer. Mantenía arreglado el departamento y limpia la ropa de su hijo. "Te vuelves muy buena para esconder las cosas", anotó.
Fue el 30 de julio de 2012, cuando escribió, El hambre duele, que anunció oficialmente que era pobre. Sus padres pasaron a dejarle bolsas de comida y la regañaron por no haberles dicho antes. Sin embargo, con dos pequeños adoptivos que alimentar, no podían ayudarla mucho. Ese agosto, Monroe hizo una venta de garaje en la que se deshizo de casi todo lo que le quedaba y recaudó 3.300 dólares para pagar deudas y dar el depósito para compartir una casa más barata. "¿Dónde está mi dinosaurio?", preguntó su hijo cuando regresó tras pasar el día con su padre, quien ayuda a cuidarlo. "Mami hizo limpieza", le dijo.
Monroe empezó a cocinar. A cocinar y compartir sus recetas para tiempos difíciles. El chilli de Mumma Jack cuesta 50 centavos de dólar por persona. Por cerca de 15 centavos, la hamburguesa de zanahoria, riñones y frijoles sigue siendo una favorita de los lectores.
Al acomodarse en su departamento nuevo, modesto, pero con una cocina de tamaño decente, su prioridad es hacer que su hijo olvide el maleficio del hambre. Pero él, a sus tres años, ha desarrollado una peculiaridad: Guardar la comida. Cuando ella preparó pastel de pescado para el almuerzo la semana pasada, él se comió la mitad y dijo que le guardara el resto para la cena. "No tienes que hacerlo", le dijo ella. Pero él insistió.
Se plantea enseñarle algún día el blog. Pero, por ahora, se esfuerza en hacer juntos las tres comidas. La intención es, sobre todo, "que me vea comer", explicó.
http://www.eluniversal.com/noticias/estilo-vida/increible-historia-una-chica-llamada-jack_174163
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